El Sant Boi de finals de segle XIX en ulls d’un viatjant …

De comarca en comarca

San Baudilio de Llobregat

     Para obsequiar á un forastero con una gira campestre, sobre todo si ha nacido en los tristes países del Norte, pocas excursiones hay desde Barcelona, con ser tan bellas las que desde aquí se pueden hacer, que igualen en lo amenas á un paseo por la huerta de San Baudilio, regresando por Prat de Llobregat.

     Tierra feracísima de suyo, como que está formada por aluvión; las grandes avenidas del Llobregat saturadas de la flor de las tierras de la provincia que las aguas arrastran despiadadamente; abonos en abundancia que facilitan las cuadras y las letrinas de la gran Barcelona á cambio de frutas y hortaliza; trabajo inteligente y asiduo, estimulado por el interés directo del arrendatario que explota, mediante un canon, los campos del gran propietario, ó por el interés todavía más vivo del pequeño propietario que trabaja por sí, sin darse punto de reposo ni dejarle un momento de descanso a ese suelo privilegiado. Este año, desgraciadamente, un pedrisco terrible de esos que hacen estremecer con escalofríos de horror á las personas más indiferentes, tronchó por completo á fines de julio la rica vegetación que en años ordinarios es la gala y la riqueza de esa simpática comarca.

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     Más en años ordinarios, ¿cómo no deleitarse con la sin par feracidad del suelo, con la intensidad de los múltiplos cultivos? En las misma tierras donde se suceden sin interrupción los cereales, el maíz, las legumbres y los forrajes, especialmente la alfalfa, ofreciendo el espectáculo perenne de una cosecha en el campo sin el más leve síntoma de pobreza orgánica, se levantan verdaderos bosques de frutales tan frondosos y variados, que bastarían por sí solos para hermosear el paisaje y satisfacer las exigencias del codiciado labrador.

     Los naranjos siempre verdes, ya brindan en febrero sus primeros frutos de oro, cuando apenas el almendro atrevido proclama el despertar, á veces prematuro, de la vegetación, y no cesan de producir, hasta primeros de junio, naranjas, no tan dulces como las de Valencia, pero si más inalterables al ser llevadas á grandes distancias, y produciendo además la voluptuosa flor para la fabricación del agua de azahar.

     A primeros de mayo, los cerezos, tan bellos por la forma de su copa, sazonan ya sus abundantes frutos, no sé si más codiciados por que encanta á la vista con la viveza de sus tonos ó porque regalan el paladar con la acídula frescura de su carne.

     Las variedades de perales, manzanos, melocotoneros y otros que tienen conquistado el mercado de Francia, se escalonan de forma que desde los tempranos de junio hasta los tardíos de invierno se suceden seguidamente y alcanzan las uvas de mesa, no menos apetitosas y abundantes completando los productos del regadío.

     Pocos años há, daban de si los secanos, aparte otros cultivos más o menos seguros, extensos viñedos que remontaban las montañas vecinas de onduladas y suaves pendientes. Hoy la filoxera acaba de hacer tabla rasa de ellos patentizando, para el agricultor, la falta de un producto que tan buenas ganancias le dio en los buenos tiempos del comercio con Francia; para el paseante la falta de bosques que cubran la ingrata desnudez de la tierra.

     Para borrar la impresión triste hay que levanta la vista, recorrer en conjunto el dilatado horizonte, fijarse un momento en los picos del Montserrat, en cuyas simas han repercutido todos los gritos de combate y de alegría lanzados por nuestros abuelos; contemplar luego el castillo de Montjuich, recuerdo antipático, por sus murallas y sus cañones, de un pasado de luchas funestas, castillo acaso inútil hoy si desde su atalaya no anunciara el vigía á Barcelona, las naves que arriban al puerto cargadas de todo género de bastimentos.

     Descansemos por último á orillas del Llobregat, respirando regaladamente, bajo la sombra de los plátanos gigantes y de los corpulentos álamos blancos, las brisas intermitentes que el vecino mar nos envía y entreguémonos á la emoción inefable de ese río poético y sugestivo despierta en nosotros, pensando que este río es no únicamente el alma de esa comarca que de él recibe el nombre y la vida por conducto de sus inmúmeras acequias, sino también el alma de la provincia entera de Barcelona que tanta fuerza le toma prestada para una buena parte de su industria; y entonces es bien seguro que murmuraremos, aun sin querer, aquellos versos de Ventura Ruiz Aguilera:

El Llobregat corría

con movimiento blando

á mis pies murmurando.

Yo no sé que decía

desde tu oscuro lecho;

sólo sé que su voz sonó en mi pecho,

con vaga y melancólica armonía ...

* * *

     Más ... dejémonos de esas harmonías vagas y melancólicas y hablemos de las concretas y vergonzosas contradicciones que se observan á primera vista.

     Cualquiera que sea el tren que se tome para ir á San Baudilio, sino se cuenta con un coche particular que espere en Cornellá, al llegar á la estación no hay que dormirse. Los viajeros que á San Baudilio se dirijen saltan atropelladamente del tren cuando todavía está en movimiento, siendo frecuentes las caídas y contusiones producidas con las portezuelas y aun accidentes más graves, pues se cuenta de algunos que han ido á parar debajo de las ruedas. Corren destentados para alcanzar los coches que hacen el servicio á San Baudilio y cuyos asientos son tomados por asalto, sin miramientos ni consideraciones á nadie. Los que no tienen las piernas ligeras y los puños fuertes, es decir, precisamente los que más necesitan que les lleven, se quedan muy bonitamente a pié.

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     No se crea que esto sea una exageración. El comercio entre San Baudilio y Barcelona es muy activo, la colonia veraniega, varios de cuyos individuos van diariamente á Barcelona, muy numerosa; la costumbre de celebrar allí en el resto del año giras campestres bastante generalizada, y el contingente que da el manicomio fáciles de calcular, sabiendo que se albergan en él unos 1.400 enfermos, que son visitados por deudos y amigos, atendidos por un personal adecuado y abastecidos con artículos mil que han de venir de fuera.

     Después de las carreras de infantes para ganar por velocidad los asientos en los carruajes, las carreras de los carruajes para no tener que lamer el polvo levantado por los que vayan delante.

     Yo no sé la altura á que está colocada la estación sobre el nivel del fío, pero se puede notar que la pendiente de la carretera en curva al salir de la estación es violenta y el descenso rápido. Esto da que pensar que si la bajada puede ser peligrosa, pues aun dando toda la fuerza de freno á las ruedas los caballos han de aguantar el coche, la subida ó sea el acceso á la estación ha de ser difícil y costoso, tanto para los pasajeros como para la carga.

     Así se explica que muchos, teniendo que hacer de todas maneras 4 km. en carruaje, que es la distancia que separa la población de la estación Cornellá, prefieran para evitar tales molestias ir directamente en coche hasta Barcelona, tanto, que hay un servicio regular que por mentira que parezca, hace la competencia al ferrocarril ... y todos viven.

     Si esto sucede con los viajeros ¿qué diremos de las mercancías?:

     Me dice una persona de las que mejor conocen el movimiento y la manera de ser de San Baudilio, que en la estación de Cornellá sólo de naranjas se cargan anualmente 50 o 60 vagones que cuentas por término medio 35.000 naranjas cada uno, siendo su peso por millar de unos 140 kilogramos. Pues, otro tanto va por la carretera. A primera vista parece anómalo que así se divida la carga, ya que si es más ventajoso el transporte por la carretera parecería natural que por ella fuese todo el movimiento. Todo tiene su explicación. El ferrocarril recibe todas las mercancías que van a Francia por vía terrestre. Van en carro todos los bultos que se destinan al consumo de Barcelona ó se embarcan en su puerto para Marsella, Cette ú otro punto del extranjero, á donde se mandan casi las siete octavas partes de la naranja que en el término de San Baudilio se cosecha.

     Contingente parecido é igualmente repartido dan las demás frutas y hortalizas, los árboles frutales de criadero que se remiten á diferentes puntos de Cataluña para plantaciones, y en otro tiempo el vino, cuya exportación había adquirido tal importancia que la Compañía del ferrocarril de T.B. y F. Se vió en la necesidad de construir un andén a propósito para la carga.

     Parece imposible que á finales del siglo XIX, San Baudilio, que oye silbar la locomotora á 4 kilómetros de distancia, tenga que prescindir de las ventajas del vapor y confiar al costoso y tardo transporte de los carros poco menos que la mitad de su exportación.

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     Durante los meses de mayo y junio se cargan diariamente en San Baudilio unos 10 carros que llevan por término medio unos 20 bultos de 30 ó 40 kilogramos cada uno. En julio, agosto, septiembre y octubre, no bajan de 22 los carros. A estos hay que sumar 5 ó 6 carros que sostiene Santa Coloma de Cervelló que pasan por San Baudilio: de 15 á 20 que mandan á Barcelona, San Clemente y Villadecans, y otros muchos de los demás pueblos del Llobregat.

     Si se considera que, á causa del pésimo estado de la carretera, á trechos intransitable por los baches, á trechos intransitable por la capa de grava que se extiende para arreglarla y por el polvo y el barro en todo tiempo; y á causa del pésimo estado de los caminos vecinales principalmente de San Baudilio al Prat que podría ser un paseo delicioso por lo llano y la fertilidad del terreno que atraviesa, se ha de emplear en el arrastre, doble y acaso triple fuerza de tracción de la que sería menester, resulta que como es enorme la cantidad de mercancías que se exportan y de abonos que se importan entre estas comarcas y Barcelona y entre los campos y las casas de labranza, es enorme también la pérdida que por tal concepto se sufre y por lo tanto el gravamen que se impone sobre el coste de producción: gravamen que ha de pagar el agricultor, puesto que sus frutos han de sostener la competencia en mercados tan bien abastecidos como el de Barcelona y los de Francia.

* * *

     Como no sé de ningún otro punto de Cataluña en donde se haya llegado á tal grado de intensidad en el cultivo, vale la pena que analicemos el producto neto que corresponde á tan copioso caudal de producto bruto y estudiemos qué podría hacerse en bien de esa comarca, para sacar de su riqueza natural todo el partido posible.

 

JOSÉ ZULUETA


NOTA EDITORIAL:
Publicat al diari “La Vanguardia” el dijous 7 de setembre de 1893, pàgina 4.